Muchos adolescentes no entienden que el cuerpo no es una cosa que ofertar a cambio de la obtención de un placer momentáneo, sino el templo del alma a entregar a otro sólo con y por amor. Y los padres tienen responsabilidad en ésto.

Psp. Ma. Alejandra Canavesio

“ - … y me lo chapé de una, Ale. El vago estaba muy apetecible – me dijo Vicky a poco de comenzar a relatarme su viernes, luego de anticiparme que tenía una fiesta de la Facultad.

- ¿Lo conocías? – le pregunté.

- Nooooo, nunca lo había visto. Si no, me lo hubiera chapado antes.

- ¿Y después de eso?

- Yo seguí bailando con las chicas y él estaba tomando algo con otros vagos.

Pero nos re-mirábamos. Yo ya estaba en llamas…

- ¿En llamas?

- Sí, Ale, en llamas. Ya quería estar con ese pibe. Y justo me guiñó un ojo, me tiró un beso y se me acercó para darme un ‘drink’. Ahí mis amigas se hicieron humo y nos quedamos solos. Tomamos una banda y nos fuimos para afuera. Yo creí que él tenía auto, pero no, así que volvió al boliche a buscar las llaves del de un amigo. Me tuve que apoyar contra un árbol del ped… que tenía. Ni idea cuánto tardó en volver, porque yo ya estaba ida.

- ¿Qué sentías, Vicky? – quise saber.

- Qué sé yo… lo que siento cuando tomo... Estaba mareada, medio como confundida, pero re-envalentonada para lo que fuera.

- ¿Para lo que fuera?

- Sí, Ale. Y apenas el vago llegó con la llave del auto del amigo, nos metimos ahí y nos dimos el gusto”.

Una noche es un “vago”; otra, otro…. Sin haber cumplido aún los veinte años, esta a-do-les-cen-te suele vivir experiencias de índole similar cada vez que sale a bailar y lo manifiesta con absoluta naturalidad. Si bien no siempre llega a tener relaciones sexuales, los encuentros sí involucran besos profundos, toqueteos y hurgueteos. En ninguna situación se trata de personas que conozca y, como su lucidez está en jaque, no pone (ni el otro) la más mínima atención en cuidarse, en ningún sentido.

Según Vicky, “ahora es así”; ése es el modo de divertirse y pasarla bien que, si vamos al caso, es lo único que les importa, sea cual sea el costo… porque no lo miden antes, durante ni después.

El fenómeno de la hipersexualización viene fagocitándose las nuevas generaciones, a pasos agigantados. La exaltación de los atributos sexuales por sobre otras cualidades está a la orden del día desde cada vez más temprano. Imágenes de niñas retratándose en pose, de manera provocativa, inundan el ciberespacio y las redes sociales, resultando una realidad normalizada y hasta legitimada que las hace crecer con la falsa creencia de que ser queridas y exitosas está directamente ligado a la imagen. Es entonces que en la búsqueda de atención y aprobación se muestran para ser miradas, sexualizándose tempranamente. Al llegar a la adolescencia, probablemente habituadas a hacer lo que quieren y a la gratificación inmediata, con padres que permitieron y facilitaron esta realidad, indiscutiblemente inmaduras e hipersexualizadas, focalizando la atención en ser parte y encajar en el estereotipo actual y, como si esto por sí solo fuera poco, bajo los efectos del alcohol, buscan el bienestar y el placer personal, a como dé lugar, sin medir las consecuencias.

Padres ausentes, que han permitido la hipersexualización precoz, tampoco están acompañando adecuadamente la adolescencia de sus hijos y, a la hora de educarlos sexualmente, con suerte logran que sepan algo acerca de métodos anticonceptivos (que ni siquiera suelen usar) pero no están preparándolos en la comprensión de que el cuerpo no es una cosa que ofertar a cambio de la obtención de un placer momentáneo, sino el templo del alma a entregar a otro sólo con y por amor.

(*) Psicopedagoga. M.P. Nº279.L.I.F.8